El caso es que anoche me animé a darles un voto de confianza mientras preparaban la cena, así que para estar junto a ellos (y egoístamente, para beber agua a lenguetazos del grifo de la cocina) salté hasta la encimera y... ¡maldita la hora en que decidí relacionarme! Qué en vez de lenguetazos al chorro del agua acabé dándoselos a mi chamuscada almohadilla de la pata delantera derecha.
Así no hay quien ronroneé.

Pobrecito!!! si es que en casa tenemos fuegos de gas y no estás acostumbrado a estas cosas tan modernas con luz de neón que llaman tu atención. Hay que ver tus mascotas que descuidadas en eso!!!
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