Echo de menos mi mansión en la que poder pasear por la barandilla de la terraza y meterme en casa de la vecina a robar pinzas de la ropa. Aquí me tengo que conformar con mirar por la ventana el ratito en que ventilan la casa por las mañanas. No hay color.

Mirad como se quedó un coleguita mío cuando se enteró del cambio tan brusco que acaba de dar mi vida:
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