Así es. Me llamo Chulo, y hasta ayer yo era un gato la mar de feliz.
Tenía todo lo que un gato pudiera imaginar. Mi simpática empleada doméstica, y dueña, a la tengo comiendo de la palma de mi mano y consigo que, día si día también, me de todos los mimitos del mundo. Mi ático y su impresionante terraza por la que pasear mi elegante pelaje ante todas las gatitas del vecindario. Y, sobre todo, una bendita rutina en la que yo, y solo yo, controlaba todo lo que ocurría a lo largo de cada día de mi gatuna vida.
Feliz hasta el día de ayer, en que mi dueña, por motivos laborales, ha tenido que dejarme en casa de unos amigos suyos, alejándome de todo lo que más me gusta durante dos laaaargas semanas. Por eso, hoy empiezo a escribir este diario con mis sufrimientos en esta cuenta atrás que terminará cuando llegue el momento de mi ansiado reencuentro y pueda volver a ser... el rey de la casa.